/ viernes 19 de abril de 2024

[Extranjeros en Morelos] Zapata, el único revolucionario que luchó sin intereses personales

Los siguientes son fragmentos del libro "La sociedad mexicana durante la Revolución", del inglés John Rutherford, que realizó investigaciones en México

Becario del St. Antony’s College de Oxford y después director del Centro de Estudios Gallegos de la Universidad de la propia Oxford, en Inglaterra, el hispanista inglés John Rutherford (1941) realizó investigaciones en México, para su tesis doctoral, durante 1964 y 1965; finalmente convertida en este libro -La sociedad mexicana durante la Revolución-, fue publicada en 1971. Allí se leen interesantes enfoques:

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“La única leyenda de la Revolución Mexicana que ha llegado a alcanzar un significado casi religioso es la de Zapata. Pero como él y sus seguidores estaban marginados por antagonismos de clase y de raza, de los sectores de la sociedad de donde provenían los autores de novelas, artículos y reportajes, Zapata es el caudillo sobre el cual nos hablan menos las fuentes de información. Él fue incapaz, en vida, de causar una impresión favorable en el país. Casi los únicos informes que tenemos de este período son los de la gestación de una contraleyenda; la leyenda positiva acerca de Zapata como encarnación de las aspiraciones campesinas de una reforma agraria, sólo floreció durante la Revolución, entre los hombres que le seguían, en el estado de Morelos. Los campesinos de este estado empezaron a sentir muy pronto una gran devoción por Zapata, en parte como resultado directo de la represión federal, que les arrojó en brazos del hombre que en aquellos tiempos estaba mejor capacitado para protegerles, y esta intensa devoción se encuentra reflejada en los pocos corridos zapatistas que se conocen de los primeros días. Está claro, sin embargo, que la leyenda revolucionaria acerca de Zapata estuvo limitada, mientras vivió, a los campesinos que le seguían, y que sólo llegó a verse aceptada por el país en general, cuando al morir, el Caudillo del Sur se volvió inofensivo y adquirió respetabilidad”.

“La carrera revolucionaria de Zapata empezó en marzo de 1911. Durante tres meses siguió siendo una persona desconocida, por lo menos fuera del estado de Morelos. Aunque para mediados de abril Zapata ya estaba al mando, la sublevación del Sur era, según la prensa, un movimiento que no tenía un caudillo que contara con el reconocimiento general. Ni siquiera se había dado a conocer el nombre de Zapata fuera de Morelos. Así se mantuvo la situación hasta el mes de junio, cuando Zapata adquirió una fama repentina”.

“Como Zapata y sus hombres fueron los revolucionarios más tenaces, además de ser los más aislados socialmente, su contraleyenda floreció durante toda la Revolución, y las fechorías de los zapatistas eran noticia diaria. Incluso aquellas ligeras defensas como la que se publicó en El Tiempo pasaron al olvido, y el tér­mino zapatista se tornó en sinónimo de “bandido, asesino y violador”. Zapata se convirtió en el “coco” de los años revolucionarios, demonio que cargaba con todas las culpas de la sociedad mexicana: arma muy poderosa para toda la propaganda contrarrevolucionaria. Bajo el régimen de Huerta, los ataques contra Zapata llegaron al colmo del histerismo. Aparecieron libros con el objeto de aumentar aún más la propagación del temor hacia los zapatistas”.

Con perspectiva histórica, hoy se ve que el único revolucionario que luchó sin intereses personales fue Zapata. Los otros líderes de relevancia nacional eran hacendados que de alguna manera protegieron sus intereses de clase (aunque defendieran la democracia y la Constitución) y otro más -genial militar-, aunque de origen humilde, se hizo rico.

Becario del St. Antony’s College de Oxford y después director del Centro de Estudios Gallegos de la Universidad de la propia Oxford, en Inglaterra, el hispanista inglés John Rutherford (1941) realizó investigaciones en México, para su tesis doctoral, durante 1964 y 1965; finalmente convertida en este libro -La sociedad mexicana durante la Revolución-, fue publicada en 1971. Allí se leen interesantes enfoques:

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“La única leyenda de la Revolución Mexicana que ha llegado a alcanzar un significado casi religioso es la de Zapata. Pero como él y sus seguidores estaban marginados por antagonismos de clase y de raza, de los sectores de la sociedad de donde provenían los autores de novelas, artículos y reportajes, Zapata es el caudillo sobre el cual nos hablan menos las fuentes de información. Él fue incapaz, en vida, de causar una impresión favorable en el país. Casi los únicos informes que tenemos de este período son los de la gestación de una contraleyenda; la leyenda positiva acerca de Zapata como encarnación de las aspiraciones campesinas de una reforma agraria, sólo floreció durante la Revolución, entre los hombres que le seguían, en el estado de Morelos. Los campesinos de este estado empezaron a sentir muy pronto una gran devoción por Zapata, en parte como resultado directo de la represión federal, que les arrojó en brazos del hombre que en aquellos tiempos estaba mejor capacitado para protegerles, y esta intensa devoción se encuentra reflejada en los pocos corridos zapatistas que se conocen de los primeros días. Está claro, sin embargo, que la leyenda revolucionaria acerca de Zapata estuvo limitada, mientras vivió, a los campesinos que le seguían, y que sólo llegó a verse aceptada por el país en general, cuando al morir, el Caudillo del Sur se volvió inofensivo y adquirió respetabilidad”.

“La carrera revolucionaria de Zapata empezó en marzo de 1911. Durante tres meses siguió siendo una persona desconocida, por lo menos fuera del estado de Morelos. Aunque para mediados de abril Zapata ya estaba al mando, la sublevación del Sur era, según la prensa, un movimiento que no tenía un caudillo que contara con el reconocimiento general. Ni siquiera se había dado a conocer el nombre de Zapata fuera de Morelos. Así se mantuvo la situación hasta el mes de junio, cuando Zapata adquirió una fama repentina”.

“Como Zapata y sus hombres fueron los revolucionarios más tenaces, además de ser los más aislados socialmente, su contraleyenda floreció durante toda la Revolución, y las fechorías de los zapatistas eran noticia diaria. Incluso aquellas ligeras defensas como la que se publicó en El Tiempo pasaron al olvido, y el tér­mino zapatista se tornó en sinónimo de “bandido, asesino y violador”. Zapata se convirtió en el “coco” de los años revolucionarios, demonio que cargaba con todas las culpas de la sociedad mexicana: arma muy poderosa para toda la propaganda contrarrevolucionaria. Bajo el régimen de Huerta, los ataques contra Zapata llegaron al colmo del histerismo. Aparecieron libros con el objeto de aumentar aún más la propagación del temor hacia los zapatistas”.

Con perspectiva histórica, hoy se ve que el único revolucionario que luchó sin intereses personales fue Zapata. Los otros líderes de relevancia nacional eran hacendados que de alguna manera protegieron sus intereses de clase (aunque defendieran la democracia y la Constitución) y otro más -genial militar-, aunque de origen humilde, se hizo rico.

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