/ viernes 19 de abril de 2024

¿Tiene usted el derecho a morir?

Cuando Sócrates aceptó serenamente beber cicuta, como pena por los cargos de corromper a la juventud de Atenas y de no reconocer a los dioses tradicionales de la ciudad, se le ofrecía una sentencia que ponía a prueba su filosofía. Su muerte se convirtió en un simbolismo profundo sobre el pírrico control del individuo sobre su propio destino final. Argumentó que la muerte podría ser una liberación, no un castigo, introduciendo así uno de los primeros diálogos sobre la muerte digna.

Esta reflexión filosófica ha evolucionado en lo que hoy conocemos como eutanasia, palabra que proviene del griego εὖ (bueno) y θάνατος -thanatos- (muerte), sugiriendo la idea de una "muerte buena". Este concepto ha navegado a través de los siglos, encontrando su lugar en el corazón de los debates médicos, éticos y jurídicos contemporáneos, para aquellos que se enfrentan a dolores insoportables o enfermedades terminales.

En su esencia, busca restaurar la dignidad al final de la vida, permitiendo una transición hacia la muerte, liberando al individuo de sufrimientos que mancillan su existencia. Este acto, realizado bajo el escrutinio de criterios médicos jurídico y éticos estrictos, propone un cierre compasivo a una narrativa de existencial que, de otro modo, podría desvanecerse en agonía prolongada.

En México, la eutanasia está prohibida en el artículo 161 Bis 21 de la Ley General de Salud. Sin embargo, ha habido avances significativos en la aceptación de la voluntad anticipada, donde los pacientes en fase terminal pueden decidir no someterse a tratamientos médicos que prolonguen su ser.

A nivel mundial, la situación varía significativamente. Países como Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y Canadá la han legislado bajo estrictos criterios: consentimiento voluntario del paciente, sufrimiento insoportable sin esperanza de mejora, y confirmación de la decisión por médicos independientes. Estas Naciones han establecido procedimientos regulados con supervisión de comités éticos y jurídicos, asegurando que se respeten los derechos y el decoro de los pacientes hasta el último momento.

La travesía hacia su permisión en nuestro país ilustra un cambio en la medicina y la ley, y evolución en la comprensión de la humanidad sobre la autonomía y la ética en el final de nuestra existencia. El debate en torno a la capacidad del individuo para tomar decisiones conscientes y racionales en sus momentos más críticos. Este derecho a decidir se convierte en un testimonio profundo del respeto por la libertad personal. Al contemplar la adopción de políticas de muerte digna, las sociedades deben pesar cuidadosamente la dualidad entre el alivio del sufrimiento y la preservación de la vida.

Además, es fundamental que se establezca un diálogo abierto y continuo entre médicos, legisladores, pacientes y la sociedad en general para abordar los retos éticos, legales y personales que la eutanasia plantea. La implementación de políticas requiere un entendimiento compartido de lo que significa morir con honor, respetando siempre las opiniones y deseos. La educación y la sensibilización sobre este tema deben ser prioritarias para eliminar los prejuicios y malentendidos que aún persisten en muchas culturas y comunidades.

Mientras su práctica sigue siendo un tema de intensa controversia, es necesario que como sociedad mexicana aprendamos a enfrentar estos desafíos éticos con sabiduría. De este modo, avanzaremos hacia un mundo donde cada individuo tenga el derecho a elegir su propio destino con paz y, sobre todo, con dignidad.

*Profesor de Derecho Civil y Derecho Familiar de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México

Cuando Sócrates aceptó serenamente beber cicuta, como pena por los cargos de corromper a la juventud de Atenas y de no reconocer a los dioses tradicionales de la ciudad, se le ofrecía una sentencia que ponía a prueba su filosofía. Su muerte se convirtió en un simbolismo profundo sobre el pírrico control del individuo sobre su propio destino final. Argumentó que la muerte podría ser una liberación, no un castigo, introduciendo así uno de los primeros diálogos sobre la muerte digna.

Esta reflexión filosófica ha evolucionado en lo que hoy conocemos como eutanasia, palabra que proviene del griego εὖ (bueno) y θάνατος -thanatos- (muerte), sugiriendo la idea de una "muerte buena". Este concepto ha navegado a través de los siglos, encontrando su lugar en el corazón de los debates médicos, éticos y jurídicos contemporáneos, para aquellos que se enfrentan a dolores insoportables o enfermedades terminales.

En su esencia, busca restaurar la dignidad al final de la vida, permitiendo una transición hacia la muerte, liberando al individuo de sufrimientos que mancillan su existencia. Este acto, realizado bajo el escrutinio de criterios médicos jurídico y éticos estrictos, propone un cierre compasivo a una narrativa de existencial que, de otro modo, podría desvanecerse en agonía prolongada.

En México, la eutanasia está prohibida en el artículo 161 Bis 21 de la Ley General de Salud. Sin embargo, ha habido avances significativos en la aceptación de la voluntad anticipada, donde los pacientes en fase terminal pueden decidir no someterse a tratamientos médicos que prolonguen su ser.

A nivel mundial, la situación varía significativamente. Países como Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y Canadá la han legislado bajo estrictos criterios: consentimiento voluntario del paciente, sufrimiento insoportable sin esperanza de mejora, y confirmación de la decisión por médicos independientes. Estas Naciones han establecido procedimientos regulados con supervisión de comités éticos y jurídicos, asegurando que se respeten los derechos y el decoro de los pacientes hasta el último momento.

La travesía hacia su permisión en nuestro país ilustra un cambio en la medicina y la ley, y evolución en la comprensión de la humanidad sobre la autonomía y la ética en el final de nuestra existencia. El debate en torno a la capacidad del individuo para tomar decisiones conscientes y racionales en sus momentos más críticos. Este derecho a decidir se convierte en un testimonio profundo del respeto por la libertad personal. Al contemplar la adopción de políticas de muerte digna, las sociedades deben pesar cuidadosamente la dualidad entre el alivio del sufrimiento y la preservación de la vida.

Además, es fundamental que se establezca un diálogo abierto y continuo entre médicos, legisladores, pacientes y la sociedad en general para abordar los retos éticos, legales y personales que la eutanasia plantea. La implementación de políticas requiere un entendimiento compartido de lo que significa morir con honor, respetando siempre las opiniones y deseos. La educación y la sensibilización sobre este tema deben ser prioritarias para eliminar los prejuicios y malentendidos que aún persisten en muchas culturas y comunidades.

Mientras su práctica sigue siendo un tema de intensa controversia, es necesario que como sociedad mexicana aprendamos a enfrentar estos desafíos éticos con sabiduría. De este modo, avanzaremos hacia un mundo donde cada individuo tenga el derecho a elegir su propio destino con paz y, sobre todo, con dignidad.

*Profesor de Derecho Civil y Derecho Familiar de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México